domingo, 31 de marzo de 2013

Hipertexto


Cuando necesitas escoger una hipernovela no se sabe cual va hacer la elegida, necesitas empezar a leer un poco de cada una para poder saber cuál de ellas será la que más te atrape. Admito que comencé a leer una de las hipernovelas de Pinzas de metal, pero al empezar a leer la hipernovela de Edith Checa me envolví en las primeras tres palabras. Checa escribió Como el cielo los ojos, en 1998. Esta misma autora escribió En el último peldaño, La cantera de la memoria, Letargos violeta, La noche en la ventana, Los misterios de la casa de mi abuela. 

Esta hipernovela comienza hablar sobre una mujer llamada Isabel que ha muerto. El personaje que esta contando la historia se puede calificar como un hombre solitario, Checa no menciona el nombre de esta persona,  él de alguna forma u otra se sentía atraído por Isabel y todavía no le podía caber en su cabeza que ella estaba muerta. El orden de la historia comienza cuando el hombre se esta preparando para el entierro, poniéndose el sastre y la corbata que no sabe si es la adecuada. Luego este hombre empieza a describir como veía a Isabel, decía que sus ojos brillaban cada vez que veían las diapositivas una por una. Explicó cuando su amiga Berta lo había invitado a ver diapositivas de India y Nepal, donde Isabel llego tarde, pero en ese momento de la historia podemos ver como este hombre describía a Isabel. Era una mujer con ojos verdes que contrastaba con su atuendo, llevaba un pantalón negro ceñido a su cuerpo, para él Isabel le sobraban algunos kilos. Una de las cosas que le cultivaban era su voz, grave y dulce. Decía que era una mujer que no le daba pena decir las cosas, era de una personalidad fuerte que no se dejaba llevar por nadie, y es por eso mismo que él sentía que ella no era la mujer para él, debido a que el tiene cuarenta años y no estaba en edad de aguantar una mujer con esa personalidad y esa inteligencia que lo arrastrara, pero de igual forma no podía negar que se sentía atraído por ella. En el momento que pudieron bailar, él decía que la forma en que ella miraba y el color de sus ojos lo habían dejado en polvo. Para él, ese era el momento en que pudieron comenzar algo muy hermoso, pero desafortunadamente ella esta muerta.

Luego de describir cómo miraba a Isabel, el hombre comenzó a hablar del entierro. El día era oscuro, el lugar estaba rodeado de amigos y familiares, pero él no conocía a nadie, se sentía desubicado. La única persona que podía reconocer era Berta, su amiga. Él repetía que no podía creer que Isabel estuviera muerta, sentía que podía llegar en cualquier momento con la sonrisa que le caracterizaba. Estando ya en la Iglesia, el hombre cuenta todo lo que ve he intenta concentrase en una decoración la iglesia es enorme, tan sólo un Cristo crucificado cuelga de la pared del altar. Una magnífica representación del Cristo rendido ante la evidencia de la muerte, un Cristo sin fuerzas que se deja llevar. Como Isabel seguramente se dejó. ¿O no? No creo. Lucharía con todas sus fuerzas aferrándose a la mínima esperanza de vida”. (Checa, 1998). El hombre seguía mostrando su adoración por Isabel. Al final decía que no se podía concentrar en la misa, solo podía pensar en el nombre de Isabel, Checa termina la hipernovela con lo que para el hombre significaba Isabel “A veces lo adereza con algún adjetivo que quizás se inventa o adivina, o le ha sido indicado por algún familiar: «generosa», «afable»”. (Checa,1998).

Me pareció muy interesante esta hipernovela, no se necesitó de una estructura de tiempo para contar la historia. Como lo mencioné al principio, al leer las primeras palabras quede atrapada y eso es lo que hace Edith Checa, donde la podemos reconocer por varios trabajos y deberíamos darle toda la atención a esta clase de hipernovelas que no necesitan ser extensas para podernos atrapar.

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